Los niños son especialmente vulnerables, ya que sus cuerpos aún se están desarrollando. Además, son mucho menos capaces de reconocer por sí mismos las situaciones contaminadas y los peligros. La exposición precoz a los contaminantes aumenta el riesgo de inflamaciones peligrosas de las vías respiratorias inferiores, puede perjudicar el desarrollo del cerebro y también provocar alergias en primer lugar. El desarrollo o empeoramiento de enfermedades mentales como la depresión, los trastornos de ansiedad y el TDAH también están asociados a la contaminación atmosférica.

En la vejez, el organismo reacciona de forma más sensible a las influencias externas. Además de la humedad, los niveles de dióxido de carbono y los olores, otros contaminantes también afectan a nuestro bienestar y nuestra salud. El nivel de dióxido de carbono y vapor de agua en el dormitorio aumenta considerablemente durante la noche. Esto puede crear un clima insalubre en el dormitorio. Sin embargo, el sueño en particular es para relajarse y debe ser lo menos estresante posible. También es frecuente encontrar alfombras, muebles de madera y otros objetos de plástico. Además del producto metabólico dióxido de carbono, gases como el formaldehído, el dióxido de nitrógeno, el ozono de los aparatos eléctricos o sustancias como las partículas pueden acumularse por toda la casa. Hay que reconocerlo y evitarlo, por ejemplo apagando las fuentes de contaminantes.